Tener calidad de vida en Costa Rica y ser artista al mismo tiempo es una misión titánica
Costa Rica, un país de luchas con una población que se desgasta un poco más con cada una. Una nación llena de arte y cultura pero también con la capacidad de dar dos pasos hacia adelante y tres hacia atrás. ¿Cómo llegamos aquí? Lo cierto es que no lo sabemos, o sí, pero citando a ‘Webbster El Peor’ (por favor) “no dejes de luchar”.
Tener calidad de vida en Costa Rica y ser artista al mismo tiempo, es una misión titánica que puede tener un camino muy hostil, es como un “Black Mirror 506” que sube el nivel de dificultad con cada temporada.
Esta realidad dentro del contexto país pareciera surreal. Nosotros, el país más joven de América Latina, el más feliz del mundo, se enfrenta a un panorama que en perspectiva nos pone en jaque generalizadamente. Por un lado tenemos una pseudo crisis política, en la que, a menos de un año de elecciones, contamos con…No sé con qué contamos. Por otro lado tenemos la pandemia, que se volvió una de nuestras luchas en común y que recientemente es la excusa perfecta para todo lo que sale mal.
En medio de eso tenemos luchas de todo tipo; algunas las hemos perdido, otras las hemos ganado y aquí seguimos, poniéndole el pecho a las balas. Luchando por el ambiente, por el bienestar psicológico, por los derechos humanos, por un futuro político decente y una reactivación económica en la que ‘arte y cultura’ parecieran ser conceptos no aplicables; por sobre todo, aquí seguimos contra una gran apatía social.
La apatía se entiende en muchas formas y colores como la falta de emoción, entusiasmo o motivación. Hablamos de un virus silencioso pero más poderoso que el Covid 19, uno que hace que cada cuatro años aumente la tasa de abstencionismo electoral, que causa indiferencia ante la desigualdad, el machismo, la corrupción, la falta de responsabilidad afectiva, el impacto de la tecnología en nuestras vidas, entre muchas otras cosas.
Estamos de frente a una enfermedad social que a veces nos hace obviar que no todo mundo la está pasando bien dentro de nuestras propias fronteras y tan solo eso, hace que sea importante para nosotros hablar de esto.
Cabe mencionar que este texto es el resultado de una invitación de la Revista Plural Costa Rica de sumarnos a su contenido del mes, sin embargo quisimos publicar en Amplify porque es una de las pocas empresas nacionales que se preocupa por amplificar la voz de nuestra generación, esa que el punk preparó toda la vida para vivir este momento.
El punk es un movimiento cultural, estético, social, musical y hasta político que explotó en los años 70’s y curiosamente se remonta su nacimiento unos años atrás en Lima, Perú, con el surgimiento de una banda llamada “Los Saicos”. Una agrupación de garage o “proto punk” con un sonido estridente y rebelde, lo suficientemente genuino para que Inglaterra y Estados Unidos lo replicaran poco tiempo después.
No obstante, si vamos más adentro de lo que engloba el término “punk”, es fácil entender que todos venimos de un mismo lugar sin importar nuestra afinidad al género musical.
Las referencias históricas nos enseñaron que el punk es más que música, es autogestión, consciencia, unión, comunidad, anarquía y principalmente es un llamado a dejar de quejarse y tomar acción desde nuestro lugar en el mundo.
¿Para momentos cruciales, clichés? Estamos hablando de una filosofía de vida que confronta lo establecido y nos invita a abogar por la igualdad, la libertad y la esperanza de un mejor futuro.
No es curiosidad que el punk como cultura musical se mezcló con otras corrientes de su época, como el reggae, el ska de los emigrantes jamaiquinos, el rock, el hardcore, el hip hop y hasta el pop o el metal.
Todas estas “tribus urbanas” o movimientos sociales como preferimos llamarles, tenían en común la necesidad de amplificar un mismo mensaje: “Necesitamos un cambio y empieza por nosotros mismos”.
La verdad detrás de todo esto es que ese escenario no se aleja tanto del nuestro; a nuestro reloj ya no le queda arena, así como a Costa Rica ya casi no le queda empatía.
El tiempo apremia en medio de luchas colectivas y en momentos así Costa Rica merece comunidades que nieguen el hecho de que vivir mejor es una utopía, que apliquen el crecimiento horizontal y den espacio a lo que viene.
Somos artistas, no clarividentes, pero creemos que viene algo mejor. Ojalá una época que se base en la belleza de lo orgánico y que mute hacia donde quiera siempre y cuando nos haga menos tibios, menos dósiles, menos mansos…
Es ya. Hora de provocar y confrontar, hora de razonar y plantear preguntas.